martes, 26 de agosto de 2008

Aurora en vela

I

No escucho tu voz, ni tus ojos,
pero lentamente llega la aurora con sus dos silencios,
despierta cómplice, como una chispa en la piel,
nos deja cara a cara y el espejo vacío entre nosotros,
hoja en blanco.

Todavía entre dos fronteras te aferras a la vida,
tú que creías que las promesas eran justas, eternas...

Escucho, sí, la respuesta de tu cintura revuelta,
insumisa, como si quisiera permanecer para siempre
en la fiera quietud de la sombra.
Tus manos me buscan, ciegas,
para borrar las huellas de mis pobres palabras,
para rehacer un camino con este lenguaje nuevo,
capaz de rozar mi boca en el ojo de toda tormenta.
No tengas miedo a decir águila o desierto.
Enséñame cómo el alba se empapa en ti,
cómo rompen tus cabellos en marea alta,
cómo se levanta tu pecho y es una raiz indecisa
entre día y noche,
entre roca y viento.

II

El dolor será de cristal
y habrá de crecer en tierra baldía.

Nuestros nombres volverán a tener sentido entonces.

domingo, 24 de agosto de 2008

Informe sobre ciegos

El día se pierde sin dolor,
como el anhelo de los ciegos
que alzan sus manos al cielo
para que se pose la luna,
entre arrullos, bosques, hermanos,
esa acequia de cal y sangre,
traicionera, verde, roma,
sequía en la puerta de arena,
camino de lobos y puentes,
juramentos bajo la sombra
de altísimas torres ardiendo.

Ellos, los ciegos, seguramente hayan
encontrado ventanas abiertas en mitad de la riada:
es el justo castigo del tiempo
añadiendo su triste hebra
y empapando los cinco árboles de mis muñecas.

Ellos mastican en silencio semillas de tejo,
en silencio aprenden las nuevas canciones
y se acercan un poco más, sin dolor,
a la noche.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Ausencia

Una hoja de papel arde todavía en mi bolsillo.
Es un buen momento para contar mentiras.