martes, 22 de julio de 2008

Tres latidos

Primer latido:

¿No puedes reconocerme si no te hablo?
Está bien. No he cambiado.
Las tormentas arrancaban la ciudad de la tristeza,
y de todas partes llegaban voces como dunas insinuantes,
como si el agua estuviera contagiada de rabia.

En los callejones se cuentan las gotas que caen
en las tibias cuencas de mis hijos,
pero pronto olvidaré cuántas puertas se cerraron
en el camino.

Lluvia, lluvia de rabia.

Segundo latido:

Soy la sombra del bronce oxidado,
mi descanso es dolor de huecos,
no tengo memoria.

Alrededor de mí no hay voces,
pero, lentamente, he conseguido beber
los tristes pasos de las ambulancias,
refugiarme en las esquinas agrietadas
y hacerme palabra.

Tercer latido:

¡La cacería no ha terminado!

Es imposible dormir con los pechos anegados,
y las sábanas cumplen como el humo
que protege a los criminales.

La memoria arde en la Torre de la Vela,
pero esta noche esperaremos
aquí, en la frontera,
y no necesitaremos manos ni ojos
para respirar el mismo aire.
Lo Estamos Consiguiendo.

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