jueves, 6 de septiembre de 2007

Scintillae

I


El cuadro que olvidé en una ciudad lejana,

el cuadro nocturno,

el cuchillo lanzado al mar,

el árbol que espera una chispa en la lluvia,

el cuadro enterrado, vencido, deshilachado,

crece ahora como un río profundo, alza su cauce,

horada las mesetas

y escapa con la sangre de un desconocido en sus venas,

una criatura sin nombre,

una cumbre de pinceladas mudas y hambrientas.


II


Porque la traición no tiene sentido

cuando el techo es una cuerda gastada y húmeda.

Te mueves en espirales,

en un instante

tu pecho responde al silencio

y escapa por la ventana que dejé entornada alrededor de mi luminaria,

como si de noche esculpiera bosques

en las yemas de los dedos.


Se divide, remonta el alféizar,

convoca en mi brazo la desnudez de la piedra blanca,

virgen,

y mientras buscas en la espalda varada de aquel callejón,

yo clavo un collar en mi memoria:

un leve sabor a ginebra nos hace mirar atrás

y entregarnos a esta ley que lentamente

respira entre tu cuerpo y el mío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi recuerdo eran imágenes
en el instante, de ti;
esa expresión y un matiz
de los ojos, algo suave
en la inflexión de tu voz (...)

Volver, pasados los años
hacia la felicidad
para verse y recordar
que yo también he cambiado

Jaime Gil de Biedma