sábado, 29 de marzo de 2008

De un solo trago

En humilde homenaje a Paul Éluard y su Capital del dolor

I.
¿Levantarías tu cabeza al cielo
si la noche fuera fría?
¿Si fuera de cobre vacilante?
Mi reloj es una pulsera de hormigas,
tal vez me equivoque
y esta noche
estemos solos en la travesía del viento

II.
Cuando entró en aquel patio
sólo había una muchacha en el balcón,
cosiendo espuma a las patas de las palomas.
Una fuente se erguía en vano.

III.
El agua hizo que se agrietaran los huecos,
las grietas fueron un estallido de alegría
y también lo celebré con los puños cerrados.

Me gustaría pensar que me espiabas,
tus manos en la puerta,
cuando empezaron las sirenas.

IV.
Como redes anudadas a la cintura
de las palabras,
como seguir vagando por Argüelles
y los callejones de la memoria,
traicioneros,
como si hubieran perdido el equilibrio
en los bajos encharcados.

V.
Es un error pisar este suelo,
incluso si nos guía el miedo.
Ya andamos a ciegas,
¿qué valor tiene conservar el oído?

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