viernes, 5 de octubre de 2007

tú y yo solo son voces

Déjame salir al viento de los naranjos,
y su zumo será dulce, limpio en nuestras bocas.


Escúchame, cierra todas las ventanas,
aspira la ceniza, los viejos sabores,
duerme con los ojos de una virgen
y siete espadas en el pecho.


Suplica como hicieron tus padres
el beso del peregrino;
¿no sabes que atrás, en los pueblos abandonados,
se están levantando las hoces?


Pura entropía de piel y miedo,
voz solitaria en medio del vidrio:
atravieso el patio, el origen,
y las veinte columnas
braman: es la cacería,
tiempo de escuchar cómo el agua
deshace las huellas de verano,
de un verano junto a ti
en la batalla y el horizonte,
cómo rompen los frutos
destilados por mi odio y mi raza,
destinados a separar.


Ni tan siquiera un trago
de los labios tatuados en mi espalda...


Ayer te vi, hermano, apagar lentamente una colilla,
mientras el humo acariciaba nuestros ojos negros y blancos.

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